Dije: “cero diecisiete dale tregua
al corazón”
Ni puto caso.
Era enero.
Inglaterra, con su encanto y
desencanto,
dejó atrás otra etapa pero no entendió
de cambios.
Yo con mis movidas de ruinas y
palacios,
cuando lo que estaba era al borde
del barranco.
Febrero.
Descubrí un paraíso real,
el encanto de la naturaleza salvaje.
Redescubrí que los quiero a matar.
Como ya es costumbre en cada viaje.
Más meses.
El desencanto se quitó el prefijo.
De pronto, existía el trabajar con
pasión.
Olvido aquello que era probable, ya ni me fijo,
y vendo mi alma ante el encanto de la redacción.
Junio I.
El amor incondicional.
Aprender lo que es currar.
La ansiedad.
La gota que colma, el precio a
pagar.
Junio II. No lo sabía.
Estaba teniendo suerte.
Me enteraría en diciembre.
Julio. A vosotros.
Julio vino a robar el arte,
a romper a una compañera,
a un hermano y una madre,
a dejar, literalmente, por los
suelos a unos compadres.
Julio vino a hacernos pensar qué significa
una vida entera
cuando en cuestión de segundos, de
repente, todo arde;
cuando el verano se destiñe y no trae
frío, más bien hiela;
cuando quisiéramos gritarle a la
parca que pasar así es muy cobarde.
Yo…conocí la oscuridad al ver
partidos a mis hermanos,
vi la luz al descubrir su fuerza ante
los estragos,
fuerza que no sabía que existía en
seres humanos.
Flipé con vuestro buen beber, literal y figurado;
porque hay que tener pulso para tomar
así un mal trago.
Aprendí que no hace falta andar por
un camino empantanado
para que la voz no me tiemble si necesito
decir que os amo.
Otoño. No sé ni cómo. Lo escribí:
“Vino a traer la impotencia,
con malas noticias y con condiciones.
Vino ignorando nuestra resistencia.
Lo dije una vez: si nos cierran las puertas, abrimos
balcones.”
Diciembre I. Se cerraron y se
abrieron.
No sé si necesito media hora más o
una vida
para que me desarmes, me restaures
y te sobren piezas.
No sé si es el vino o la genialidad,
pero el tiempo se me olvida
y la resaca de tu sonrisa me parte la
cabeza.
Pienso en el pasado, en qué
estupidez la mía
Sin embargo ¿cómo saber algo así
con certeza?
¿cómo iba a buscar a alguien sin saber que
existiría?
Habría sido como buscar en la guerra
la belleza.
Y, mírame, la encontré. Este mundo
y su ironía.
Diciembre II. Gracias diecisiete.
Por demostrar que aquello que nos
hace daño,
nos ayuda a hacer creciente lo que
parece que mengua;
por los míos, por el tiempo, por no
dar tregua;
por traer un motivo para querer que
pasen los años,
y que ese motivo sea tener sus corazones cerca.
y que ese motivo sea tener sus corazones cerca.