3.12.17

Celebrar

He hecho un columpio
con dos cuerdas de miedo,
con una tabla de dudas,
cinco clavos torcidos, dos buenos;
con los ojos cansados de no ver la Luna,
de ver el desprecio de Eros,
que una vez fue querer. Pero sólo una.

Lo he colgado de un árbol
teñido del gris del anhelo,
con hojas caducas que juegan su rol,
con raíces de quiero y no puedo
dar con la tecla que incendia el reloj.

Me balanceo y quiero parar.
Tengo el valor, la moral 
y lo pies muy cerca del suelo;
no sólo cerca, más bien al ras.
Tengo unos ojos cansados y fríos como el hielo,
que buscan creer, como Peter, en Nunca Jamás.

En el vaivén le digo al querer 
que dudo también de los Siempre Fuertes,
que no sé lo que quiero,
que estoy hecha de envidia y de celos
hacia ese valiente;
que manteniéndose entero
dice "Oye, mi límite es el cielo"
delante de toda la gente 
e, incluso, teniendo un muro enfrente.

Hoy me juro que aprendo,
que puedo,
que soy yo quien vuelo
sin columpio ni cuerdas de miedo.

Al final dará igual. 
Una caída en picado no es nada nuevo.
Lo voy a celebrar.
Abrir hoy balcones no es para menos.

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