Lo primero que echamos de menos es el vacío que dejan las
sensaciones, después, la procedencia de éstas.
Añoro sentir ese tacto especial en las yemas y entre mis
dedos, darle vida, su olor, su sabor. Añoro volar, volar contigo y volar con
ellos, que nos encontremos por los cielos de la confusión. Con mora o con cartón.
El chispazo mental; como un chasquido en la sien que habla y dice “ahora sí”.
Añoro las risas constantes, las que vienen de una simple mirada o las que son más
elaboradas. La alegría de que haya buena cosecha y el humo que se la lleva. A
izquierdas o a derechas. Añoro enganar, que me engañen, el fifty-fifty de
buenas. Y perder la noción del tiempo, reír hasta no poder más, dormir en sus
encantos, que me ayude a dejar de pensar.