No sé si ocurre siempre en toda vida humana, que llega un momento en el que descubres un miedo desconocido contra el que encender la luz no es suficiente y al que no se le puede gritar un “no existes”. Ya no es miedo a la muerte, si no a la ausencia de quién se pueda llevar por delante, la impotencia de saber que no se puede evitar, las imágenes mentales de cómo sería esa ausencia…el agobio de no tener ni idea de cómo afrontarlo.
Tengo miedo, miedo a que ocurra lo imaginable y más miedo todavía de que ocurra lo que ni siquiera he podido imaginar.