27.11.13

Like bobos.

Las decepciones van ligadas a que decís “amigo” como el que dice “buenos días”, robáis el valor a las palabras. Os atrevéis a poner cara de añoranza al despediros con un “hasta pronto” o un “espero verte” que, como no se den en otra vida, no serán. Incluso se oyen “te quieros” que lo único que hacen es desprestigiar a los que sí son sinceros.


Forzar a la vida por desesperación a lo único que da lugar es a que ésta se resista. Y si no puede en ese momento, ya os dará la hostia al bajar, que de las nubes todo cae.

23.11.13

Tú verás.

Con la cantidad de sucesos que están ocurriendo y la de gente hija de puta que está saliendo a la luz, hay muchas cosas que no nos podemos permitir. Ahora, que lo que es nuestro, es nuestro, y lo que no, no; así que, permítete no tener vergüenza, o no te permitas tenerla.

6.11.13

De corazón, eh.

Cuando te presentan a alguien y después de decir “encantado” no recuerdas ni su nombre. El “¿cómo te llamabas?” si ves que realmente la cara que analizabas tiene algo interesante detrás de los ojos; y, en cambio, el “bueno, hasta luego”, si ese cerebro deja mucho que desear.
Ver que estas situaciones se hacen rutina es como: Dios, qué solos estamos en el puto mundo; es como: qué hago hablando si tengo delante a alguien a quien que se la suda lo que digo y que está deseando que me calle para contarme lo que le salga del capullo o coño y así quedarse a gusto consigo mismo de una forma inexplicable, porque al fin y al cabo lo único que tenemos en común es que estamos en un mismo sitio en el mismo instante. Claro, te empiezas a sentir absurdo, y piensas que qué poca gente con la que conectas y que no sabes qué haces pensando en todo lo que he escrito desde aquí hacia atrás si realmente lo que quieres es ser alguien; y sí, quién no quiere ser alguien. Ahora, que eres alguien, eres esa persona sin cara y sin nombre en la vida de otro que algún día dijo "encantado" y "hasta luego".

Es entonces cuando os echo de menos porque hace demasiado tiempo que os dije “encantada”, que no olvido vuestros nombres y que cuando os digo “hasta luego” es con ganas de volver a veros.

Capullos.

Si habiendo visto el poco mundo que he podido siento que me descompongo por dentro, no quiero imaginar qué sentirá quien haya visto más. Y esto me lleva a pensar: por qué coño una de las primeras cosas que aprendemos en la vida no es que cada persona tiene un pasado y un futuro, y que todos somos humanos, de la misma maldita especie.
Y cuando digo todos me refiero también a las mujeres; porque conocemos las injusticias a cerca del género, pero cuando te ves cara a cara con alguien que tiene unos putos ideales retrógrados bien grabados, y tomas conciencia de lo que estás viendo, os juro que arde la sangre. Y bromean, se ríen… ¡Que valemos lo mismo que ellos! ¡O al ser tolerantes, incluso, más!
Que no suene ni feminista, ni extremista, que la palabra es realista. Es absolutamente triste ver la confianza que ciertos hombres pueden llegar a tener en su “superioridad”; ya no porque se haya sabido y se sepa de mujeres importantes, sino porque las personas que traen al mundo a quienes piensan así son mujeres, y ninguna madre merece ser despreciada por su hijo por el hecho de darle la vida, por el hecho de ser mujer.
No somos menos. No permitáis que insinúen o digan lo contrario, y si os lo dicen y no podéis contestar por algún motivo, que no falte una mala cara.

3.11.13

28.10

¿Dónde está el límite de la fuerza de los sentimientos? En matar y, por supuesto, en morir. No se me ocurre cómo puede serlo de poder matar, porque me asusta. En cambio, el miedo a la muerte es menos cuando darías la vida por quien te da vida cada día.
Es que añorar, joder, cómo explicas que las horas se te escapan de las manos sin poder expresar de otro modo que no sea con palabras, que darías todo por una mirada. No hay manera. Sólo damos patadas a los días, pisamos el calendario, cogemos aire y asumimos lo que hay que asimilar, asimilamos que nos cuesta sumir los besos y abrazos que no se dan, los ratos muertos que podrían vivir, y que tampoco queda tanto por esperar.

Es una putada que ni el “te echo de menos” más sincero que se haya dicho en la historia, sea suficiente para expresar que todos los días morirías por recuperar cada hora perdida.