He descubierto tres cosas:
- Cuando tienes la cabeza llena de ruido, cuando todas las
ideas parecen encajar pero chocan unas contra otras y el futuro tiene tanta prioridad
que el presente es sólo caos intentando llegar al supuesto orden que le sucederá: lo que llamamos silencio no
sirve de nada.
-No hay quien se crea aquello de que lo importante no es
llegar sino el camino, cuando éste es puro desorden dentro de la estructura
milimétricamente perfecta que cualquier persona mínimamente maniática
intentaría dibujar.
-Si el panorama está así, no hay palabras que valgan de parte de nadie, porque no
caben, porque para algo sabemos buscar en el diccionario; no hay palabras que valgan
porque lo que cualquiera querría sería parar, y no, todavía no hemos oído
hablar de frenos que le vayan bien al tiempo.
Así que no tengo claro si quiero frenos para el reloj o que
se me caigan los días de las manos. Y con la distorsión que esto provoca, las
pulsaciones corren y los ojos continúan secos, porque es el precio de no poder
detenerte si tu prioridad es ser puntual el metafórico día de mañana, porque
aunque suene como si quien lo dijese hubiese perdido el norte: me apuesto el
cuello a que me voy a arrepentir más si paro a respirar que si echo el corazón por la boca.