Hoy Londres no enamora,
Y ya sea por fuera o por dentro,
las lágrimas afloran.
Poco a poco se deslizan.
Como cuando Túnez, París, Estambul, Niza…Y un etcétera escrito
con sal
que rompe e hipnotiza,
que nadie debería obviar.
Como cuando ellos tuvieron que huir,
obligados a abandonar su hogar.
Y aquí, haciendo no sé qué,
por bandera un: “no sé qué decir”,
con un amago de que sí
pero al final casi na’ de na’.
Y aquí, haciendo sí sé qué,
ignorando sin impunidad.
Ellos en tierra de nadie.
A nosotros nos deberían faltar calles para salir a gritar.
Ellos en tierra de nadie.
Y a nosotros nos falta una lección de moral:
“Lo que se debe
y no tolerar”
Hoy Londres no enamora.
Desde hace tiempo no enamora el mundo.
Quien tenga solución que hable ahora
¡Quien sepa cómo, que redirija el rumbo!
La prensa grita: “¡Extra, extra!”
sin decir nada extraordinario.
Tan sólo que se buscan culpables,
que unos llevan trajes impecables,
otros yacen bajo tierra,
están los que viven entre rejas,
los que se mueven escoltados,
otros que ni han sido
mencionados…y un etcétera escrito con los dientes apretados.
Ahora el término “hipocresía” que aprendimos de adolescentes
y que tanto hemos usado
con desprecio,
lo podemos utilizar para calificar a los inconscientes
que hoy somos sin previsible remedio.
Así, en la búsqueda de soluciones que pocos movilizan,
donde no cesa la generación de piedras en toda senda,
miramos hacia un sistema que más bien “inciviliza”
y enfermamos de querer felicidad y paz en esta Tierra, al
igual, enferma.
Hoy Londres no enamora.
¿Esperamos a que vuelva a enamorar?
¿Quiere eso decir olvidar?
Que alguien le pregunte a su cerebro,
si es que éste se ha
decidido quedar,
si no está, como tantos, de baja Atemporal.
¿Volverán?